Una bella mañana, Yerbaldo, Chemito y Grifolín estaban sentados en la banqueta, tristes por no tener dinero para su dosis diaria. De pronto, apareció un hombre sonriente y de aspecto tosco. Era conocido en el barrio como El Hombre Feliz, quien estuvo en el reclusorio por el delito de plagio. El sonriente les pidió prestado a Grifolín para vestirlo de duende mientras que él se vestiría de Santa Claus y así trabajar con el fotógrafo del barrio. Entonces, Yerbaldo, el poeta de los tres, se levantó recriminándole por haberle plagiado uno de sus poemas. El Hombre Feliz, como siempre, negó todo, aunque era imposible saber quién de los dos mentía. Chemito le lanzó su bote vacío de activo, Yerbaldo lo tiró y entre los tres lo golpearon hasta dejarlo inconsciente. Le quitaron su cartera, compraron su dosis diaria y fueron felices por el resto del día.
Moraleja: Nunca plagies.
D.R. Mario R. Monroy, 2007
D.R. Mario R. Monroy, 2007
3 comentarios:
Hasta hoy he tenido algo de tiempo para leerte y eso hago. Comienzo a dejarme ir por entre tus letras. Es un mundo mágico el que voy descubriendo.
Un abrazo
María Tabares
Ese cuento casi me vuelve un hombre feliz, aunque en realidad soy un hombre infeliz
Saracco
Pinche hombre feliz, se volvió un collón y kuley cuando lo descubrí, se fue de perrito humillado ante todo el salón, ya vez que ni regresó a la school
Atte,
El chemito
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