asilo, asilo

asilo, asilo
ESCRIBO POR VENGANZA. ESCRIBO PARA LIBERARME. ESCRIBO PARA DESECHAR LO QUE ME HACE DAÑO. ESCRIBO PARA PENSAR QUE SOY OTRA PERSONA. ESCRIBO POR AMOR. ESCRIBO PARA SOPORTAR LA VIDA.

El verdadero Ace

El verdadero Ace
Un día, las hadas, malévolas y traviesas, hicieron una apuesta con los hombres. Dijeron que si lograban crear historias mejores que la vida de ellas, se transformarían en horribles insectos; de lo contrario, ellos desaparecerían de la faz de la Tierra.

Hoy en día, los hombres siguen deambulando por las calles; mientras en los bosques, millones de mariposas revolotean entre los árboles.

Las hadas cumplieron a medias.


Mario Ramírez Monroy


viernes, 25 de marzo de 2016

Un libro buscado y un encuentro tardío

Ya he hablado antes de la librería de viejo Jimena, en calzada de Tlalpan, un lugar que siempre recomendaba. En 1994 fue la primera vez que la visité. A partir de ahí, tardaba mucho en regresar, tal vez años; pero había una constante: por obra de la casualidad, siempre encontraba el libro en específico que buscaba en aquel momento. 

Así me pasó primero con Otras voces y otros ámbitos de Truman Capote. Luego fue Momo de Michael Ende y La música de los vampiros de Poppy Z. Brite, este último llegó en un una pila de libros antes de abandonar la librería. Trato de acordarme. Hace pocos años sentí mucho interés por leer Wicked, memorias de una bruja mala de Gregory Macguire (novela con que se basó el musical) y lo encontré en uno de los estantes de la librería. 

Hace muchos años, perdí un libro llamado La llorona, de Juan Trigos. Estaba seguro de que podría encontrarlo ahí (incluso tal vez con la portada que quería tener, de los ochenta; no quería comprarlo nuevo porque ahora tiene otra). Pero ni tenía tiempo ni dinero para ir. Hasta este jueves santo, que pude salir a la calle. Entré en la librería, y me enteré de que don José (espero recordar bien su nombre) había fallecido hace más de un año. ¿Tanto tiempo tenía de no ir ahí?

Por supuesto, sentí tristeza. Tenía ganas de ir con una buena cantidad de dinero para comprarle varios libros. Me los vendía baratísismos. Lo recomendé varias veces en este blog para que tuviera buena venta. No sé si funcionó. La verdad, ya no sentiría lo mismo ir allá. A lo mejor tampoco se respetaría la manera de vender de don José. 

Antes de salir, le eché un vistazo a una pila de libros que había en la entrada de la librería. Y encontré el libro de La llorona. Y con la edición que buscaba, como si estuviera de nuevo don José en el mostrador atendiendo, o como si fuera un regalo de despedida.


Ésta es la novela que estaba buscando, con la edición que precisamente quería, la de 1984. Mientras la ojeaba de regreso en el Metrobús, vi que estaba dedicado por Juan Trigos a dos personas.

Si no me falla la memoria -espero no quivocarme- creo que éstos fueron los libros que le compré la última vez que hablé con él. Tal vez hace tres años, o un poco más.