asilo, asilo

asilo, asilo
ESCRIBO POR VENGANZA. ESCRIBO PARA LIBERARME. ESCRIBO PARA DESECHAR LO QUE ME HACE DAÑO. ESCRIBO PARA PENSAR QUE SOY OTRA PERSONA. ESCRIBO POR AMOR. ESCRIBO PARA SOPORTAR LA VIDA.

El verdadero Ace

El verdadero Ace
Un día, las hadas, malévolas y traviesas, hicieron una apuesta con los hombres. Dijeron que si lograban crear historias mejores que la vida de ellas, se transformarían en horribles insectos; de lo contrario, ellos desaparecerían de la faz de la Tierra.

Hoy en día, los hombres siguen deambulando por las calles; mientras en los bosques, millones de mariposas revolotean entre los árboles.

Las hadas cumplieron a medias.


Mario Ramírez Monroy


lunes, 25 de febrero de 2008

Santificado sea Tu Nombre, Iron Maiden

Después de un pesado tour por las inmediaciones de los territorios del Foro Sol, llegamos a la pista para presenciar el concierto de la Doncella de Hierro. Fue una sensación extraña ya que era la primera vez en mi vida que vería en vivo a Iron Maiden, a pesar de que es uno de los grupos que más han influido en mi vida. Las primeras veces que vinieron no tenía dinero, y después no me interesó verlos con su nuevo cantante. Pero ahora estarían los originales (bueno, originales del Piece on mind para acá), sin contar a Janick Gers con el que forman un trío de guitarras, casi único en el metal; sólo me acuerdo de algo similar con Black Oak Arkansas.
Primero tuvimos que escuchar a Lauren Harris, la hija de Steve Harris, quien le echó un buen de ganas; sin embargo, su grupo no tocaba heavy metal, lo que provocó el rechazo del público. Alguno que otro manchado le gritó: "¡Eres adoptada!"
Cuando por fin le tocó a los Maidens, se prendieron las pantallas donde se empezó a proyectar el arribo del avión con los integrantes del grupo, acompañadas con la rolísima "Transilvania" como fondo. La locura apenas comenzaba. Después de la voz de viejo Churchil, los acordes de "Aces high" empezaron a desgarrar oídos y a despertar viejas emociones de secundaria. Dioses. Al tocarle el turno a "The number of theBeast" y "Run to the hills", pensé: "¡Carajo! Qué ganas tengo de volver a tocar."
Una vez, hace ya unos tres o cuatro años, no recuerdo bien, mi amigo Ricardo (q.e.p.d.) me dijo: "Qué crees, güey: mis hermanos me regalaron mi boleto para ver a Iron Maiden. Fijáte que cuando tocaron Santificado sea tu nombre, hasta lloré." Yo sabía que estaba mintiendo: sus hermanos ya ni siquiera le hablaban.

Y me acordé de él porque, precisamente, el concierto terminó con Santificado sea Tu Nombre, "Hallowed be thy name".
Así que por eso el concierto fue un desfile de sensaciones y gratos recuerdos. También para confirmar que los Maidens siguen siendo los Maidens, los Dioses. La frase "El heavy metal no está muerto" no es una frase: es una realidad.
Cuando estudiaba en la secundaria pensábamos que el heavy metal era un arte, y cada año que pasa se confirma. Si mi amigo Ricardo "lloró" por Santificado sea tu nombre, yo estoy feliz por haberla escuchado en vivo, con la agrupación original de una de las mejores bandas que han existido. No cabe duda que Iron Maiden no es sólo una gran banda, sino que es una escuela, un parte aguas en la historia del rock. Y esto se confirma: después de ellos, todos querían componer y sonar a Maiden.

Sólo resta decir que queremos Maiden para rato, por mucho más rato. Santificado sea por siempre Tu Nombre, Iron Maiden.

domingo, 3 de febrero de 2008

Un viejo relato desempolvado


Este trabajo lo hice para la clase de Estilo, en la SOGEM. Lo acabo de reencontrar. Ojalá les guste.

CLAP, CLAP, CLAP

Una fuerte lluvia azotaba los cristales del parabrisas. Sumada a la noche, la visibilidad era más que deficiente. Sin embargo, el conductor mantenía con fuerza el pie en el acelerador, haciendo que el trailer circulara por la resbalosa carretera, con peligro de volcarse en cada curva.

Tengo que aguantar, ya no falta mucho. Espero poder soportar todo esto sin volverme loco. Juro que jamás volveré a burlarme de nadie. “Clap, clap, clap” ¡Dios! De haber sabido, nunca hubiera aceptado este maldito trabajo. Aguanta: sólo faltan tres curvas más. “Clap, clap, clap.” Sólo tres curvas más. Por favor, cállate.

El trailer aceleraba su marcha como si fuera conducido por un demente. Estuvo a punto de chocar con un automóvil en la curva pasada. El conductor iba tan tenso que no escuchó el insulto que le hicieron con el claxon. Seguía con la vista fija al frente, sin atreverse a mirar hacia otro lado. Su mano, temblorosa y empapada en sudor, movía torpemente la palanca.

Pero si ya me lo habían advertido. Que aunque no quieras, aunque no te detengas se te suben en esta ruta. Yo sólo me reí. Claro, la gente con poca preparación es supersticiosa. Yo soy un profesionista, dije, tengo una carrera. Estoy aquí sólo por necesidad, porque no he podido encontrar el trabajo que me corresponde; yo no creo en lo que ustedes creen, yo soy una persona preparada. Pero, ¿quién diablos iba a pensar que a mí…? “Clap, clap, clap” ¡Oh! ¡Ya cállate! No voy a poder soportar más ese maldito ruido. “Clap, clap, clap.” ¡Cállate, por favor!

El hombre sabía que sus súplicas eran en vano: ella no podía escucharlo. Las llantas del trailer derraparon peligrosamente al dar vuelta en la siguiente curva. Más adelante, en medio de la oscuridad y de la lluvia, se alcanzaron a ver luces de colores.

¡La cafetería! Lo logré. Siento que estoy desfalleciendo, pero tengo que sacar fuerzas. Ahora, estacionaré el trailer, abriré la puerta sin mirar atrás, y correré lo más rápido que pueda hacia la cafetería donde está la gente. No creo soportar más los aplausos de la mujer sin cabeza que está sentada junto a mí.

D.R. Mario Ramírez Monroy, 2006