asilo, asilo

asilo, asilo
ESCRIBO POR VENGANZA. ESCRIBO PARA LIBERARME. ESCRIBO PARA DESECHAR LO QUE ME HACE DAÑO. ESCRIBO PARA PENSAR QUE SOY OTRA PERSONA. ESCRIBO POR AMOR. ESCRIBO PARA SOPORTAR LA VIDA.

El verdadero Ace

El verdadero Ace
Un día, las hadas, malévolas y traviesas, hicieron una apuesta con los hombres. Dijeron que si lograban crear historias mejores que la vida de ellas, se transformarían en horribles insectos; de lo contrario, ellos desaparecerían de la faz de la Tierra.

Hoy en día, los hombres siguen deambulando por las calles; mientras en los bosques, millones de mariposas revolotean entre los árboles.

Las hadas cumplieron a medias.


Mario Ramírez Monroy


martes, 19 de abril de 2011

Júrame y la posible mezquindad de una asociación de actores

Me gustaría que esto fuera una invención, pero en verdad pasó.

Hoy acompañé a mi mamá al centro para realizar unos trámites. Después de dos horas de espera, fuimos a comer algo en la glorieta de Insurgentes, en un restaurantito de tortas. Cuando entramos, estaba un señor tocando y cantando Júrame con su guitarra. Me llamó la atención aquella persona, su rostro me parecía conocido. A un lado de él, en una mesa cercana a nosotros, estaba una señora mayor quien, además de cuidarle el estuche, le echaba porras cada vez que terminaba una canción (cantó tres).

Al terminar, el hombre se acercó a nosotros muy sonriente para pedirnos dinero. Le di una moneda de diez pesos. Parece que nadie más le dio dinero. Aquella persona me seguía pareciendo muy conocida. Cuando se acercó a la mesa de la señora mayor, tomó su estuche y empezó a hablar con ella. Entre lo que pude escuchar, me enteré que él cotizó en la ANDA del 68 hasta 1991. La señora también le dijo que hacía muchísimo tiempo que ella había dejado de cotizar en dicha asociación.

El hombre, el actor -de quien no diré su nombre-, guardó su guitarra y salió del retaurante. La señora siguió sentada en la mesa terminando su café. Luego llegó uno de los meseros a ofrecerle otro café, intercambiaron unas palabras, y el mesero se retiró. Cuando la señora se quedó sola, alcancé a escuchar que dijo: "Tengo hambre".

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