Sólo tres veces he usado traje en mi vida: cuando hice mi primera comunión (alguna vez fui católico), cuando asistí a los quince años de mi prima, y ahora que fuimos a la embajada de Estados Unidos para solicitar la visa. Y también, curiosamente, sucedieron tres cosas extrañas en dicho calvario.
El dispositivo de seguridad era tan estricto que no dejaban entrar ni con cinturones, aunque debo admitir que no fue tan fuerte ni humillante como me imaginaba. El trato fue, relativamente, decente. Por fin, después de casi tres horas de espera, nos tocó el turno de la entrevista. Y aquí comenzaron las tres cosas extrañas. Mi hermana quería que nos tocara en la ventanilla 33 porque ese es su número de la suerte; yo quería en la 30 porque estaba bien guapa la cónsul, y que nos toca en la 30, el deseo del Gran Arkham.
Mientras mi hermana hablaba con la cónsul, una persona que estaba siendo entrevistada dos ventanillas a nuestra derecha se separó del cristal y empezó a observar a sus espaldas. Yo lo miré con recelo porque se veía un poco sospechoso. Pero lo que hizo de repente, cuando vio que nadie estaba detrás de él, fue dar una voltereta. Sí, de repente ¡zas!, que dio una voltereta. Mi hermana comentó riendo que, probablemente, aquel hombre dijo que era un acróbata o algo por el estilo y le habrán pedido que lo demostrara.
Lo segundo que pasó fue en la ventanilla de nuestra izquierda. Un padre (aunque de sacerdote no tenía ni la más mínima pinta), le decía al cónsul que pertenecía a una congregación, de la cual ya no recuerdo el nombre. Entonces, alcancé a escuchar cuando le preguntaron: "Dígame cuáles son los nombre de los doce apóstoles." El padre empezó a decir: "Sí, este, San Pedro, San Juan, San Lucas (eso dijo), y... ay, no me acuerdo bien ahorita. Sin preguntar más, el cónsul embistió el sello negándole la visa.
Por último, cuando la guapa cónsul me pidió mi estado de cuenta del banco, yo le di el de mi mamá por equivocación (bueno, porque me puso nervioso), y como mi mamá tiene mucho más dinero que yo, pues... Por fortuna no se fijó bien en el nombre, tan sólo en las cifras. De hecho, tampoco nosotros nos dimos cuenta hasta que salimos de la embajada. Ahora los tres tenemos visa. Lo único malo es que no tenemos dinero para viajar.
Al menos valió la pena soportar el traje por muchas horas.
Aerovitrales
Hace 3 días.